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Desde Londres
A cinco meses de su aplastante victoria electoral, Keir Starmer relanzó su plan de gobierno, señal de que las cosas no andan demasiado bien y que el laborismo no acierta con el rumbo a tomar.
El “Plan for Change” tiene compromisos que fueron centrales en la campaña para la elección del 4 de julio con una apelación directa al electorado para que juzgue al gobierno en relación a seis objetivos centrales:
*aumentar el ingreso disponible de la población y el PBI per cápita al final del período parlamentario.
* Construir un millón y medio de viviendas, y lanzar un mínimo de 150 proyectos de infraestructura de gran envergadura.
*Que el 95% de la energía sea limpia en 2030
* Que la espera del Servicio Nacional de Salud no sea superior a las 18 semanas.
*unos 13 mil policías más barriales en Inglaterra y Gales
* mejorar el nivel educativo de los chicos de cinco años para que la mayoría esté listo para comenzar la primaria.
El primer ministro reconoció que había que ser cautelosos con las promesas dada la escasa confianza que existe hoy en día en la política. “Sé que hay un bajo nivel de confianza en la población y por eso tenemos que ser cuidadosos con nuestras promesas. Pero no podemos renunciar a un programa ambicioso de gobierno con una mentalidad de que todo es muy difícil, de que no se puede hacer nada”, dijo Starmer el lanzamiento de esta llamada segunda fase del gobierno.
Las promesas y los hechos
Mirado con el cristal de la Argentina Mileísta, el “Plan for Change” de Starmer no solo es ambicioso: parece una alucinógena utopía. Que el Estado se comprometa a mejorar la salud, la educación y la seguridad, a construir un millón y medio de viviendas, a lanzar 150 proyectos esenciales para la infraestructura y a garantizar un aumento de ingreso disponible, pertenece a otro planeta en las antípodas del discurso libertario.
Visto desde el moderado y desarrollado Reino Unido, el plan recibió críticas, dudas y alabanzas. Desde la izquierda laborista, la ex ministra de Tony Blair, Clare Short, se escandalizó que no hubiera un compromiso de “reducir la pobreza”. Según la organización líder en este campo, la Joseph Rowntree Foundation, el 22 por ciento de los británicos se encuentran en situación de pobreza, entre ellos más de 4 millones de menores y más de dos millones de jubilados. “Es urgente mejorar el nivel de vida de la población. Pero estos nuevos compromisos no son suficientes. El gobierno va a tener que ir mucho más allá si quiere terminar con el estancamiento británico”, dijo el director interino de la Fundación, Mike Brewer.
Desde la derecha, los conservadores y el Reform Uk Party de Nigel Farrage, criticaron que entre los compromisos no figurara el caballo de batalla de las ultraderechas europeas: la inmigración. “El laborismo no ofrece nada concreto sobre inmigración porque no tiene ningún plan para reducirla”, dijo la nueva líder conservadora, Kemi Badenoch.
La bola de cristal
El gobierno cuenta con una mayoría absoluta en el parlamento (más de 150 diputados), arma poderosa pero de doble filo porque no va a poder responsabilizar a nadie más de sus fracasos. Con “El Plan for Change” puede haber recuperado la iniciativa en momentos en que se registra una vertiginosa caída de la popularidad de Starmer. A mediano plazo y de cara a las elecciones de 2029, es una apuesta muy riesgosa, un potencial tiro en el pie, como prueba la historia reciente.
El amigo de Milei, Boris Johnson, ganó las elecciones de 2019 con una mayoría similar a la de Starmer. En el sistema parlamentario británico, su propio partido le retiró la confianza y tuvo que dejar su puesto luego de dos años y medio de escándalos y un manejo desastroso de la pandemia. Su primera sucesora, Liz “la breve” Truss, heredó la mayoría parlamentaria, pero duró siete semanas en el cargo con un programa libertario que desató una fenomenal crisis financiera y cambiaria y casi derrumba el sistema de pensiones privadas.
El reemplazante de Truss, Rishi Sunak, intentó recobrar la confianza del electorado con la fórmula que acaba de adoptar Starmer: compromisos concretos con varas específicas que separan éxito de fracaso. El billonario ex primer ministro conservador presentó cinco promesas para que los británicos juzgaran su mandato. Solo logró cumplir una a medias: el veredicto en las urnas fue demoledor. “Estas listas de promesas no sirven, pertenecen al mundo de la campaña electoral. Nadie está demasiado interesado en escuchar las cosas hermosas que uno va a hacer. Lo que la gente quiere es que esas cosas pasen”, comentó en el The Independent, Kate Mc Cann, editora política de Times Radio.
Los tiempos se están volviendo cada vez más cortos en esta época de redes sociales, fake news y digitalización: el electorado exige soluciones ya y en abundancia. El salario real puede haber aumentado un poco durante el gobierno de Joe Biden, pero no lo suficiente como para que sacara de escena otros problemas, coyunturales o no. El descontento está mucho más a flor de piel que una mesurada evaluación y debate sobre una gestión gubernamental.
En el laborismo británico hay una clara preocupación con el sonido y la furia de todo esto. Hace una semana Elon Musk, flamente director del Departamento de Eficiencia de Donald Trump, dio su like a un post en su red X que predecía una victoria del partido de Nigel Farage, Reform UK, en las elecciones de 2029.
Nadie puede predecir cuánto durarán los aires imperiales del dúo Trump-Musk y cómo será su choque con la realidad. En el Reino Unido dan por descontado que Musk pondrá todo su considerable aparato para apoyar a Farage, fomentar el descontento y hasta, según se rumorea, donar unos 100 millones de dólares a Reform UK.
El laborismo tiene una reforma legislativa en el camino sobre el financiamiento de los partidos, con un capítulo especial dedicado a donantes extranjeros. Mucho más importante será que entre tanto defina un rumbo claro y rece para que sus proyectos se traduzcan en hecho que aplaquen la desilusión y el descontento que hay en muchos británicos.
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