26 de junio de 2024

Diario Colonia Elisa

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Feliz día del padre fútbolero

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En el Día del Padre vamos a dedicar esta columna a aquellos papis que, además de valores y apellido, nos han legado el apasionamiento por los colores de un club de fútbol. Dentro de este subgénero de padres fanáticos futboleros, están los que se les da por hacer socio al club de sus amores a sus hijos antes de que éstos nazcan. Son los que, al decir de Luis Landriscina, creen que «las pasiones no pueden ser explicadas de la piel pa’fuera». Entonces la referencian en cada retoño, ven en cada hijo la oportunidad de gritarle al mundo dicho fanatismo.

Como aquél hincha de River que cuando le preguntaron cómo nombraría a su futuro hijo expresó: «Si es nene se llamará Enzo Beto Ramón y si es nena, Ángela Amadea».

Así como en nuestro país hubo records de Diegos y Lioneles a partir de la aparición de Maradona y Messi, también existieron locos en el mundo que bautizaron a sus hijos con los nombres de sus ídolos. Como el propio Zinedine Zidane que le puso «Enzo» a su hijo por su admiración al Príncipe Francescoli, o aquél hincha chileno que hace un par de años le puso «Griezmann Mbappé» a su primogénito, o el uruguayo que nombró a su vástago «Peñarol Campeón Gómez del Uruguay» o, yéndonos al extremo –por no decir «al carajo»– el caso del brasileño que llamó a su hijo con los nombres de los jugadores de la selección brazuca de 1970, ganadora del Mundial de ese año: «Feliz Carlos Alberto Brito Piazza Everaldo Gerson Clodoaldo Rivelino Pelé Jairzinho Tostao». Pobre garoto, necesitaba 3 ó 4 DNIs para que entre su nombre completo.

Dentro de esta categoría de padres fanáticos podemos incluir también a aquellos que manifiestan su alocado apasionamiento de manera material: a sus hijos les compran desde baberos y mamaderas hasta peluches y camisetitas con el escudo del club y pintan la pieza con sus colores, a modo de adoctrinamiento, cosa de que el pibe, a medida que va creciendo, tenga bien claro su club de pertenencia y ni se le cruce por la cabeza hacerse hincha de cualquier otro cuadro.

Por supuesto que, a la hora de ir a la escuela, los hijos corren el riesgo de entrar en amistad con otros chicos de cuadros distintos que pueden llegar a hacerles cambiar de idea. Y para eso, nada mejor que asegurarse la identificación con los colores, a través de los útiles escolares. Por supuesto que pueden producirse escenas parecidas a ésta ocurrida en una librería:

–Buen día, necesito para mi hijo una mochila con el escudo de Boca, una cartuchera con los colores azul y amarillo y un cuaderno con la cara de Riquelme.

–No, cuadernos con la cara de Riquelme no trabajamos.

–¡Andá, gallina!

La grieta entre los archirrivales de barrio, ciudad o provincia siempre estará presente en esta clase de padres. Sus hijos crecieron sabiendo que todo lo que tenga los colores de su club es sinónimo de cosas bien hechas, que sus jugadores son poco menos que superhéroes y que todo lo que se relacione con los eternos rivales son algo para aborrecer. Como la versión del Génesis de la Biblia que mi amigo el pincharrata Gogo le contó a su hija:

«En el principio Dios creó el Mundo e inmediatamente a la Ciudad de La Plata. Entonces Dios dijo: no es bueno que los platenses estén aburridos los domingos. Y entonces creó al fútbol. Luego Dios separó el Cielo de la Tierra y a los hinchas de Estudiantes de los de Gimnasia y Esgrima. A todos los buenos hinchas los llamó ‘pincharratas’. Y a los de Gimnasia los llamó Caos».

Desde luego que tanto apasionamiento no se detiene con los años. Los hijos, ya adolescentes, lo saben y en la familia ya están acostumbrados. Como lo que pasó el fin de semana pasado en Rosario con aquél padre fanático del Canalla que después de conocer al novio de su hija, fue feliz a contárselo a su mujer:

–Querida, la nena por fin conoció a un muchacho maravilloso. No estudia ni trabaja ni tiene proyectos…

–¿Y dónde está lo maravilloso?

–No es hincha de Newell’s

Para terminar, les diré la historia que me contó un amigo, Federico, un furioso hincha de Racing que tanto «adoctrinó» a su hija Micaela con su equipo y su rivalidad con el Rojo de Avellaneda que una vez en la clase de Literatura del primer año del secundario, el profesor les explicó a ella y a sus compañeros:

–»Romeo y Julieta pertenecían a familias rivales».

Y ella, que de Shakespeare no cazaba una, le respondió:

–Ya sé, ¿en la familia de Romeo eran todos de Racing y los de Julieta eran unos amargos de Independiente, ¿no?

Creo que ese año, se llevó Literatura a marzo.

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