La actriz y dramaturga Mariana Chaud, directora de «Las Moiras», la obra escrita por Tamara Tenenbaum que se presenta en el Galpón de Guevara, celebró la combinación de «varias capas» dentro de una pieza cruzada por el grotesco que reúne una leyenda judía del Dibuk, el mito griego de las moiras y la rutina de tres casamenteras ortodoxas del siglo XX.
«Me gusta mucho lo que escapa de lo cotidiano y en esta obra la combinación de esas señoras que charlan, juegan al Rummy, comparten chismes y se cruzan con esa presencia extraordinaria de un supuesto espíritu maligno que rompe su mundo me fascinó», dijo a Télam Mariana Chaud («Pequeña Pamela», «El hecho», «Familia no tipo y la nube maligna», entre otras) sobre la segunda obra de la filósofa, periodista y escritora Tamara Tenenbaum después de «Una casa llena de agua».
Producida por la compañía Teatro Futuro e interpretada por Analía Couceyro, Luciana Mastromauro, Florencia Piterman y Fiamma Carranza Macchi, «Las Moiras» es la primera parte de «El Dibuk, dos covers» el díptico que Tenenbaum creó sobre «El Dibuk o Entre dos mundos», un clásico del teatro yiddish escrito por Shloime Ansky y que continuará (aún sin fecha prevista) con «El día más largo del mundo».
Dentro del folklore judío, «El Dybbuk» es una entidad proveniente del mundo de los muertos que tiene el poder de poseer a un ser vivo. En la obra estrenada en 1920 en Varsovia, una joven rechaza violentamente a su novio el día de su boda al ser poseída por el alma en pena de un enamorado que se instaló en su cuerpo.
Con esta idea como premisa, esta pieza estrenada a fines de abril en el Galpón de Guevara cuenta la historia de tres desopilantes esposas de rabinos que, como las moiras en la mitología griega, tejen los destinos de todo el barrio de Once decidiendo quién se casa con quién, hasta que la rebeldía de una joven reclama el derecho a romper con el orden establecido de los matrimonios arreglados. Pero cuando intenta articular sus argumentos un Dibuk se apodera de ella.
Entre lo extraordinario y lo doméstico, las protagonistas intentarán deshacerse del espíritu que posee la joven mientras sobrevuela una pregunta trascendental: ¿es mejor arder o durar en el amor?
– ¿Qué fue lo que te interesó de esta propuesta?
– Los textos de Tamara me gustan mucho y que la propuesta viniera de la mano de Carolina Castro y la compañía de Teatro Futuro me dio mucha confianza. Me divierte mucho trabajar con textos que no sean míos, el ejercicio de la dirección más pura y, en este caso, me encantaron esas moiras encarnadas en casamenteras medio anacrónicas que siguen haciendo el mismo trabajo que se hizo ancestralmente. También la figura del Dibuk y todo lo que me contó Tamara respecto de dónde venía esta tradición Yiddish y esa figura para escapar de matrimonios.
– La obra aborda preguntas muy contemporáneas a través del cruce entre la mitología griega y una leyenda yiddish…
– Es que, más allá de los matrimonios arreglados que siguen existiendo y son un bajón, la idea que aparece en la obra es la de tener que elegir a alguien para toda la vida o rebelarse. Hay un grotesco de la traducción al teatro, pero también hay algo universal en todos los grupos cerrados, una idea de con quién uno debe relacionarse ya sea por lo social, el estatus, lo que le gusta a tu familia. Acá, en ese contexto de ortodoxia judía está más marcado, es un imperativo, pero después, en casi todos lados, se nombre o no se nombre, más o menos velado, siempre existe esa idea.
– ¿Qué rol juega el humor en el vínculo de estas tres casamenteras?
– Para mí es todo, no concibo que no esté. Si bien era algo que estaba presente en el guión, lo que hicimos fue potenciarlo, darle un ritmo donde cada actriz puso su impronta y su color que fue apareciendo en el trabajo conjunto de la dinámica de esas tres mujeres encerradas. Siempre está el humor cuando hay tres mujeres, más allá del realismo, y de estas tres nos divertía que son un poco brujas pero a la vez humanas, desde ahí muestran su vulnerabilidad y sus miserias.
– Decías antes que te divierte mucho trabajar textos de otras personas, ¿qué sentís que te habilita al momento de dirigir?
– Dos cosas: por un lado, cuando yo escribo una obra empiezo a pensar cómo voy a hacerla, qué tipo de teatralidad quiero probar, qué quiero explorar. En cambio, en un texto de otro tenés que descubrir cuál es el juego. Por otro lado, también me da más libertades para probar como directora. Si bien da temor porque no querés tergiversar, al no tener que hacerme cargo de las palabras porque son de otro, me puedo dedicar a ver cómo se pone a andar esa máquina. Y eso es muy disfrutable también.
«Las Moiras» se presenta los lunes a las 21 y los sábados a las 20 en el Galpón de Guevara (Guevara 326).
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