Carlos III, quien el próximo sábado será coronado oficialmente como rey de Inglaterra después de una carrera real no exenta de controversias, deberá enfrentar como nuevo monarca el desafío de modernizar la institución y hacerla más relevante y accesible para la sociedad actual, así como mantener la imagen pública de la monarquía en un contexto de mayor escrutinio y transparencia.
Nacido el 14 de noviembre de 1948 como el primer hijo de la reina Isabel II y Felipe de Edimburgo, hizo historia al estar más de 70 años como heredero al trono, hasta el fallecimiento de su madre el año pasado.
Recibió la educación propia del príncipe de Gales y su primer matrimonio fue con la conocida lady Diana Spencer, con la que tuvo dos hijos: los príncipes Guillermo y Enrique.
Su relación extramatrimonial
Carlos fue en general una figura controvertida dentro de la monarquía británica y su papel como heredero al trono fue cuestionado durante mucho tiempo, principalmente por la relación extramatrimonial con Camila Parker Bowles, que en 2005 se convirtió en su mujer y ahora será coronada también como reina consorte.
La relación de Carlos con Camila ha sido una fuente de controversia desde hace décadas y aún hoy persiste porque muchos consideran que su matrimonio con Diana fue un fracaso en gran parte debido a esa relación.
Después de la trágica muerte de Diana en un accidente automovilístico en París en 1997, Carlos recibió críticas por no haber mostrado la suficiente empatía hacia el público que lloraba por su pérdida y por no haberle prestado suficiente apoyo mientras estaba viva, además de por su supuesta influencia en la cobertura mediática negativa que recibió la princesa, de la que se había divorciado en 1996.
Una personalidad impulsiva
Su personalidad también ha sido objeto de debate en la opinión pública, por ser propenso a actuar con impulsividad y mostrar falta de tolerancia y paciencia en ocasiones.
El año pasado, poco después de convertirse en monarca, se hizo viral un video en el que se lo veía enojarse luego de confundirse la fecha y mancharse la mano con tinta cuando firmaba un libro.
En ese sentido, su rol con la prensa y las redes sociales será fundamental en la construcción de su imagen pública, para evitar que cualquier escándalo o crítica hacia la familia real puede tener un impacto significativo en la opinión pública y en la legitimidad de la monarquía.
La oposición a la monarquía
Por otro lado, como nuevo rey, Carlos III deberá también enfrentar el rechazo de aquellos que no quieren a la monarquía y que además, no lo quieren a él como rey.
La monarquía británica aún reina en 15 Estados de la Commonwealth, aunque la popularidad de la institución se ha visto afectada en algunos países en los últimos años.
En Canadá, por ejemplo, según un sondeo realizado por la consultora Angus Reid Institute, el 60% de los encuestados se opone a que se reconozca a Carlos III como el rey de ese país, una monarquía parlamentaria en la que el jefe de Estado británico lo es de forma simbólica también del país norteamericano.
En Australia, varios políticos han expresado sus dudas sobre mantener la corona tras el reinado de Isabel II.
En antiguas colonias como Ghana, Sudáfrica y Gambia, la república se impuso en referendos sobre la monarquía tras su independencia.
Mientras, en el Reino Unido, existen también movimientos republicanos que abogan por la abolición de la monarquía y su reemplazo por una república.
En esta coronación, por primera vez, todos los británicos serán invitados a jurar lealtad al rey Carlos III durante la ceremonia que se celebrará el próximo sábado en la Abadía de Westminster y que además se hará extensible a los ciudadanos de los otros 14 países que reconocen al rey como jefe de Estado.
Esto sería una forma, según los expertos reales, de intentar aplacar la rebeldía republicana que cuajó en Barbados en 2021 y que amenaza con extenderse por la Mancomunidad de Naciones.
Sin embargo, la iniciativa provocó el rechazo de los sectores republicanos, quienes la consideran «un gesto ofensivo, desentonado y despectivo» hacia aquellos que cuestionan la monarquía.
Entre ellos, algunos nacionalistas escoceses y galeses que también rechazaron hacer el juramento de lealtad al futuro rey.
A su vez, el latente escrutinio sobre la riqueza de la familia real británica puede presentar un desafío adicional para Carlos III en términos de su imagen pública y la legitimidad de la monarquía.
En ese sentido, en relación a la coronación, surgió la pregunta sobre quién pagará los costos del lujoso evento real.
El evento será financiado por el Gobierno británico, pero algunos cuestionan si los contribuyentes deberían pagar por un evento tan costoso en medio de una crisis económica.
Aunque el costo exacto de la coronación no se reveló, se estima que podría ser de alrededor de 100 millones de libras esterlinas (unos 125 millones de dólares), debido a los gastos en seguridad y otros factores que no estaban presentes en la coronación de la reina Isabel II en 1953.
Sin embargo, medios británicos estimaban que la coronación genere alrededor de 1.000 millones de libras esterlinas para la economía del Reino Unido a raíz de los ingresos por el turismo y los derechos de televisación, entre otros.
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