30 de junio de 2024

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Chau torno: científicas elaboran un método innovador para tratar caries 

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Ir al odontólogo es tan necesario como difícil para algunas personas que temen a las estrategias que los profesionales de la salud deciden para cuidar la salud bucal. Una buena noticia, sin embargo, llega desde los laboratorios universitarios para el tratamiento de las caries. De manera reciente, un equipo de la Facultad de Odontología de la UBA difundió el desarrollo de una metodología innovadora que podría servir para acabar con el torno y con el dolor que provoca. En concreto, proponen la utilización de una terapia química para remover las caries a partir de una enzima que proviene de la papaya. Por el momento, el desarrollo está en fase de ensayos y, según prevén, podría comenzar a probarse en pacientes hacia fin de año.

Las caries son lesiones provocadas por bacterias que afectan la superficie del diente o su esmalte. Si avanzan suelen producir agujeros que ocasionan dolor, pueden infectarse, o lo que es peor, generar la pérdida de la pieza. En el presente, tratarlas implica remover el tejido y restaurar el foco a partir de un torno. Una tecnología que, como es de popular conocimiento, se mueve a una velocidad razonable y sirve para realizar buena parte del trabajo que implica que el diente recupere su salud. Algunas veces, cuando la lesión se halla en regiones difíciles de alcanzar, el odontólogo debe ensayar una contorsión para poner el instrumento en la zona afectada.

El torno es doloroso y provoca miedo. Bajo esta premisa, desde hace mucho tiempo se elaboran productos alternativos para eliminar tejido afectado por caries. “Además del torno, se ensayan pruebas con instrumentos manuales, métodos sónicos, láser o agentes químicos. Sin embargo, se trata de soluciones que son costosas, o bien, no ofrecen el resultado esperado”, expresa Fiorella Ventura, odontóloga de la UBA y una de las líderes del proyecto. Y sigue con la explicación: “Habíamos visto que algunas iniciativas empleaban la papaína, pero demostraban muchos efectos adversos. De aquí surge la colaboración con el Laboratorio de Bionanotecnología de la Universidad Nacional de Quilmes. Nos ayudaron, básicamente, a sintetizar la papaína de una manera muy particular. Generan hidroesferas, pelotitas todas pegadas unas a otras, que incrementan el poder proteolítico de la proteína y ayudan a prevenir daños colaterales sobre el nervio debido a su composición”.

Nadia Chiaramoni, científica del Laboratorio de Bionanotecnología de la Universidad Nacional de Quilmes, ayuda a comprender más en detalle la singularidad de la papaína. “La proteína purificada se llama papaína, proviene de la papaya y tiene una propiedad que se denomina proteasa; esto implica que degrada otras proteínas. En este caso, lo que hace es degradar a aquellas que se encuentran en mal estado sobre el diente”.

Ese dolor que todos temen

Emplear el torno tiene desventajas: se trata de una intervención costosa y, sobre todo, suele ser doloroso, en la medida en que el especialista puede, sin pretenderlo, dañar áreas que no estaban lesionadas. El nuevo método basado en papaína, en cambio, será indoloro y demostró una eficacia adecuada para revertir caries en pruebas de laboratorio. Así lo amplía Ventura: “Estamos en una fase experimental. Empleamos dientes ex vivo, que extraemos por alguna razón en la Facultad de Odontología, y vemos que está funcionando. Analizamos, sobre todo, la toxicidad que podría aparecer en la pulpa dental para una posible transferencia a la práctica profesional. Buscaremos que no tengan agregados nocivos porque, además, suelen incrementar el costo cuando se consigue el producto finalizado”.

Esto de evitar que la papaína colonice zonas que no debería resulta fundamental, porque permite dar un paso que no tiene precedentes. Allí reside la novedad del aporte. “Lo novedoso de este trabajo es que si ponés la proteína como está puede llegar a la base del diente y provocar lesiones que no se quieren. De manera que hay que acomodarla para que no llegue tan profundo”, advierte Chiaramoni. Como la proteína es muy pequeña, para evitar que llegue es necesario “agregarla” entre sí –esto es, hacer una especie de bola– con el objetivo de que gane tamaño y así no pueda penetrar en zonas indeseables.

Desde la UNQ, se encargaron de diseñar esos agregados de proteína. Aquí fue clave, además del aporte de Chiaramoni, el trabajo del científico Mariano Grasselli, que puso a punto un método con base en irradiación gamma (con el instrumental del Centro Atómico Ezeiza) para que esos agregados presenten las mismas características entre sí (por caso, que midan un micrón, es decir, la millonésima parte de un metro).

Que la salud vaya a la gente

Evitar el dolor, de hecho, podría modificar la percepción social sobre los dentistas que, entre los profesionales de la salud, lideran los campos que peor fama poseen. Quizás el ruido del torno, o la vulnerabilidad que los pacientes sienten al estar recostados con la boca abierta, contribuyen a crear una imagen que se asemeja a la del quirófano. Lo cierto es que, desde hace décadas, las caries constituyen uno de los principales problemas de salud pública. Aparecen desde la niñez y pueden emerger en cada etapa de la vida joven y adulta.

“En Argentina, la provisión de servicios de salud es un verdadero desafío porque hay una brecha muy grande entre los recursos disponibles y las necesidades de atención de la comunidad. Todo el tiempo estamos tratando de desarrollar nuevas tecnologías para el tratamiento de caries, que tengan impacto en la satisfacción del paciente y que al mismo tiempo nos permitan intervenir a nivel colectivo. Me refiero a recursos físicos no convencionales, ya que eso redunda en un costo muchísimo menor de la odontología”, dice Ventura, que es profesora en la cátedra de Odontología preventiva y comunitaria de la UBA. Y continúa: “No solo se trata de que la gente acceda a la salud, sino que la salud vaya a la gente, sobre todo, en contextos de vulnerabilidad social en los que solemos trabajar”.

Bajo esta premisa, que universidades nacionales como la UBA y la UNQ brinden una solución que evite el dolor resulta fundamental. Y que lo hagan, además, en un contexto de desfinanciamiento como el actual, es motivo de orgullo por partida doble.

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