“En las últimas semanas hemos multiplicado las reuniones en Ucrania y en terceros países y ya hemos estado varias veces reunidos en Rusia» señaló el diplomático argentino con relación al peligro que implicaría un accidente nuclear en la central de Zaporiyia.
El director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el argentino Rafael Grossi, dio esa respuesta al ser consultado por Télam en el marco de una conferencia organizada por la Universidad Di Tella en Buenos Aires.
Aunque evitó dar detalles sobre los puntos concretos de las conversaciones “por prudencia diplomática” y por “la naturaleza altamente sensitiva” del tema, Grossi aseguró que “las negociaciones no están estancadas” y se “están haciendo algunos progresos importantes en la dirección de este acuerdo”.
“Estamos en este proceso haciendo algunos progresos, de modo tal que, aun en la dificultad, tengo el optimismo en cuanto a que sea posible lograr algún tipo de acuerdo y, si es posible, que sea antes de una contraofensiva” ucraniana, comentó en videoconferencia desde Viena, sede de la agencia nuclear de la ONU que encabeza.
Un accidente nuclear no reconoce banderas y tendría consecuencias muy graves para todo el mundo», advirtió Grossi
Zaporiyia, la planta nuclear más grande de Europa con seis reactores, es controlada por las fuerzas rusas desde el inicio de la invasión a larga escala en Ucrania lanzada en febrero del año pasado y desde entonces recibió al menos dos ataques y en seis oportunidades perdió la provisión de energía externa que permite su funcionamiento seguro.
Se encuentra sobre el río Dniéper en parte de la extensa línea del frente que divide los territorios controlados por Kiev de aquellos que fueron ocupados por Moscú, por lo que su enorme exposición la puso desde el comienzo del conflicto en el centro del temor a una catástrofe nuclear.
Grossi explicó que en el marco de los diálogos con las partes, que lo llevaron a hablar tanto con el presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, como con el líder ruso, Vladimir Putin, el OIEA modificó su pedido original basado en una zona de protección alrededor de la planta a uno que implique el cumplimiento de ciertos principios.
“De mis conversaciones, escuchar a los interlocutores, ver lo que es posible y lo que no es posible, hemos modificado en cierto modo el enfoque, eliminando el factor de la territorialidad en general”, manifestó y precisó que los mandos militares “no quieren saber nada” de que se imponga un perímetro que quede fuera de sus operaciones.
“Frente a esta dificultad, hemos establecido ciertos principios, ciertas conductas, como abstenerse de disparar a la central o no interrumpir el flujo eléctrico”, añadió en la conferencia titulada “La guerra global en Ucrania y el desafío de la paz”.
«Tratar de acordar ciertos principios mínimos que eviten un accidente nuclear sobre la base del presupuesto, que a mí me parece de toda lógica y sentido común, que es el hecho de que un accidente nuclear no reconoce banderas y tendría consecuencias muy graves para todo el mundo», advirtió.
En el marco de la conferencia, el diplomático también se refirió al lugar que puede tener el OIEA en las futuras negociaciones de paz para garantizar una seguridad nuclear en el área a largo plazo.
En ese sentido, destacó que es un tema que figura «de modo muy prominente” en las propuestas para el fin del conflicto elevadas por la propia Ucrania, rechazadas por el Kremlin, o el plan de 12 puntos elaborado por China, desestimado por las potencias occidentales aliadas a Kiev.
“Está claro que en cualquier tipo de configuración que exista, el OIEA es el único vehículo que tiene la comunidad internacional con las capacidades técnicas suficientes para asegurar cualquier tipo de sistema de garantías que pudiera establecerse”, manifestó.
En ese sentido, el argentino destacó que el organismo tiene una misión permanente en todas las centrales de Ucrania, no solo en Zaporiyia (a la que Grossi acudió en dos oportunidades desde el comienzo de la guerra), además de mantener su trabajo en Chernobil, la planta del accidente de 1986 que ya no está operativa, pero que igual sigue siendo contaminante.
«Estamos en un momento grave, en el que se necesitan respuestas y alternativas. Lectura activa y proactiva de los organismos internacionales. El OIEA podría haber dicho que en estas condiciones no podemos hacer nada, que cuando termine la guerra veremos qué podemos hacer. Sin embargo, hemos tenido una reacción que, si bien al principio pareció polémica, fue ganando aceptación», explicó sobre la decisión de dialogar tanto con Kiev con Moscú.
«Un organismo internacional puede mirar para el costado o involucrarse claramente en un conflicto. Nosotros nos involucramos», apuntó.
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