18 de junio de 2024

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Un pueblo de Texas quiere prohibir que las personas que tienen que viajar para acceder a un aborto usen sus autopistas

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Desde que la Corte Suprema de Estados Unidos anuló la histórica sentencia conocida como ‘Roe vs Wade’, que garantizaba desde 1973 el derecho al aborto en todo el país, quedó en manos de los estados legislar si la interrupción del embarazo es legal o no y bajo qué circunstancias. Esto no solo profundizó las discusiones, sino que dejó a les gestantes en el limbo, mientras las demandas y apelaciones se abren paso en los tribunales. En ese contexto, un grupo de vecinos de Amarillo, una ciudad conservadora de Texas donde el aborto está prohibido, presentó una iniciativa para impedir que sus autopistas se utilicen para el transporte de personas que buscan acceder a un aborto en estados vecinos que sí lo autorizan.

La llamada «prohibición de viaje para abortar» fue impulsada por el activista conservador Mark Lee Dickson y ya se encuentra funcionando en al menos diez jurisdicciones de Texas. Orgulloso de su celibato a los 38 años, Dickson fundó en 2019 la iniciativa «Ciudades Santuario para el No Nacido». Su trabajo nunca fue relevante sino hasta después de que la Corte Suprema estadounidense, de mayoría conservadora, revocara en 2022 un fallo que por casi cinco décadas permitió el aborto en todo el territorio. La revocación dejó libre a cada estado para legislar en la cuestión y veinte de ellos lo prohibieron o restringieron.

El aborto se convirtió en un tema relevante rumbo a las presidenciales de noviembre. El demócrata Joe Biden, quien busca su reelección, ha dicho que peleará por restituir este derecho, mientras que su rival republicano, Donald Trump, aseguró que cada estado debe decidir.

Las leyes texanas no penalizan a las embarazadas por el procedimiento pero sanciona con cárcel a quienes se lo facilitan. Sabiendo que sus carreteras conectan con vías hacia Nuevo México, Colorado y Kansas, donde el aborto aún es legal, vecinos de la ciudad de Amarillo que se manifiestan en contra de que la personas puedan elegir tener o no hijos pidieron a su municipio que permita a los residentes demandar civilmente a quien transporte por su jurisdicción a una mujer que va rumbo a interrumpir su embarazo.

Vecinos y autoridades de Amarillo, que tiene cerca de 200.000 habitantes, debatieron el tema en una sesión de concejo el 28 de mayo. Aunque el alcalde de la ciudad, Cole Stanley, se mostró en contra del aborto legal en repetidas ocasiones, dijo que estas prohibiciones son «inaplicables y pueden hacer que demanden al municipio» por restringir el libre tránsito. Así, pidió reformular la propuesta y discutirla durante junio. Si no hay consenso, podría ser llevada a votación ciudadana en noviembre.

Para Dickson, esa prohibición es necesaria porque «hay un no nacido que está siendo llevado en contra de su voluntad a través de las fronteras estatales para ser asesinado».

Según Harper Metcalf, de la Alianza para la Libertad Reproductiva de Amarillo (ARFA), prohibir los viajes es una propuesta «aterradora promovida por un grupo de extremistas religiosos» que busca crear «confusión y caos». «La mayoría apoya el acceso seguro y legal al aborto», sostuvo en diálogo con AFP.

En Texas el aborto está prohibido incluso en casos de incesto y violación. Y aunque existen excepciones como cuando está en peligro la vida de la madre, una veintena de mujeres denunció el año pasado que sus médicos se negaron a realizarles un aborto –pese al deterioro de su salud– por temor a ir a prisión, alegando falta de claridad en las normas. Es por esto que viajar a otro estado para poder acceder al procedimiento médico se está convirtiendo en la única opción para muchas estadounidenses.

«Los extremistas quieren utilizar las autopistas como armas contra personas que viajan en busca de un aborto, ya sea electivo o médicamente necesario», sostuvo Courtney Brown, de ARFA.

Jana May, líder del movimiento Project Destiny Amarillo que llevó a debate el tema, dijo en diálogo con AFP: «No pueden abortar aquí, ni tomar una píldora abortiva, ni traer partes de bebé para desechar, ni usar nuestras autopistas interestatales en su camino a buscar un aborto. Quiero estar orgullosa de vivir en una ciudad donde santificamos la vida humana».

«Texas es un estado republicano, y si por alguna razón pasa a ser demócrata, de la noche a la mañana nos convertiríamos en un estado abortista. Pero si somos una ciudad santuario, eso todavía ofrece cierta protección», agregó.

Esta iniciativa “Ciudades Santuario para el No Nacido» que lleva adelante Dickson, sumó ya unos 70 pueblos, ciudades y condados. Muchos de ellos no exceden los 500 habitantes y están principalmente en Texas pero también en Luisiana, Nebraska e incluso en Nuevo México.

Donde se aprobaron prohibiciones «no ha habido ni una sola violación a la ordenanza», dijo Dickson, para quien estas regulaciones llenan vacíos legales para evitar que organizaciones proaborto trasladen a embarazadas.

Metcalf, por su parte, cree que la estrategia conservadora apunta a «pueblos pequeños», con una comunidad que siente que hace lo correcto al aprobar una «ordenanza provida». Pero «cuando la gente analiza y realmente sabe qué es esto, no lo quiere».

Es algo que tiene claro James, un jubilado de 73 años que lleva una gorra de Trump. «Soy provida pero también prolibertad (…) A nadie le gusta que la gente aborte, pero cuando pones una ordenanza que no se puede hacer cumplir y nos vuelve unos contra otros, para mí es un no», dijo a AFP este residente de Amarillo.

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